Desde su fundación en 1926, Mercedes-Benz no ha destacado especialmente por la creación de superdeportivos. Quizá sí lo hiciera como fabricante de coches de competición y como proveedor de motores para equipos de carreras, pero en cuanto a modelos de serie con vocación de circuito no ha sido tan prolífica como otras marcas, centrándose más en los coches de lujo.
Quizá por eso, cuando en la década de los 80 la efervescencia de deportivos radicales generó algunas voces discordantes dentro de la casa de la estrella que permitieron convencer a la marca para que otra fábrica produjera un superdeportivo con su logo en el morro. Fue Eberhard Schulz, ex-ingeniero de Mercedes-Benz, quien bajo su propia marca creó el Isdera Imperator 108i de 1984.
No me llames deportivo, llámame emperador
Dentro de un pequeño taller de Hildesheim, Eberhard Schulz fundó en 1969 su pequeña marca: Isdera. Sus propósitos eran sencillos, puesto que Isdera significa compañía de ingeniería de diseño, estilo y competición por sus iniciales en alemán. Con estos principios, Schulz apuntó bastante alto con su primera creación, el Erator GTE, un deportivo réplica del por entonces muy exitoso Ford GT40 que estaba arrasando en los circuitos de todo el mundo. Tras haber demostrado que eran capaces de hacer sus propios coches y retomando la idea del prototipo CW311 de Mercedes-Benz presentado en 1978, Schulz trató de convencer a la casa alemana de que era la hora de hacer un deportivo que rivalizase contra los Lamborghini y Ferrari de la época.
Quizá la apuesta era demasiado arriesgada para la marca alemana de coches de lujo, pero la buena relación de Schulz con Mercedes-Benz como diseñador y los numerosos guiños hacia la marca en el CW311 fueron suficientes para convencer a Mercedes de que había que probar con un deportivo de verdad, aunque no con sus recursos. Lo que sí consiguió Isdera es que Mercedes-Benz fue que, además de sus motores V8, los modelos definitivos portasen con orgullo el logotipo de la estrella. Entonces fue cuando se encendió la luz verde para el Isdera Imperator 108i, un coche del que sólo se produjeron 30 unidades entre 1984 y 1991.
Con muy, muy pocas diferencias con respecto al prototipo, aquél enigmático coche de líneas rectas, compactas y casi en su mayoría paralelas al suelo se materializó en un deportivo puro de muy corta tirada montado sobre un chasis multitubular de acero y carrocería de fibra de vidrio en la que destacaban sus puertas tipo alas de gaviota y un periscopio situado sobre el techo a modo de retrovisor central. Los enormes motores de ocho cilindros en uve de cinco litros provenían de los Clase S de la época, pero convenientemente retocados para su instalación en su nueva ubicación en posición central. En un primer momento, los M117 producían 235 CV, pero a medida que Mercedes-Benz mejoró sus propulsores acabó por montar un 5.6 litros y un 6.0 litros retocados por AMG.
Siempre asociados a una caja de cambios manual ZF de cinco relaciones, estos motores conseguían producir una potencia máxima de 300 CV, que para un peso de 1.350 kg conseguían poner al Imperator a unos nada despreciables 292 km/h y acelerar de 0 a 100 km/h en 5,8 segundos. Con respecto a los 6,8 segundos y 260 km/h de punta iniciales las mejoras eran más que notables. Además de sus prestaciones, como podéis comprobar el sonido de este Isdera Imperator era embriagador, con una melodía ronca, brusca y gutural. Algunas unidades cuentan con el logotipo de Mercedes-Benz, otras llevan el águila de Isdera.
Y aún dentro de las pocas producidas, las últimas unidades difieren de las primeras al contar con más aberturas de ventilación y escapes en los costados por delante de las ruedas traseras. ¡Muy bruto! Pero lo mejor de toda esta historia es que todas las unidades siguen en funcionamiento, pero una en especial, la número 14, está en propiedad de un aficionado a los circuitos que le saca a pasear siempre que puede.
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