
Sin embargo, a su leyenda le sumó al menos un capítulo
más, la duodécima corona pero quizás
una de las más especiales al llevar a la marca francesa Peugeot a su primera
conquista desde su regreso al Dakar, el año pasado. Muy cerca había quedado, en 2000, cuando con
Aixam-Mega quedó segundo en coches, apenas 12:33 minutos detrás de su
compatriota Jean-Louis Schlesser.

En esta octava edición sudamericana del Dakar volvió a
dar una muestra que su historia no se escribe en pasado, sino que es un
presente vivido y aún con perspectiva de futuro. Pasaron 28 años de aquel estreno con Yamaha y, desde entonces,
fueron 68 etapas ganadas para un apellido que, sin dudas, se
ha transformado en el primer sinónimo del Dakar.

Meticuloso hasta el milímetro, supersticioso 'in
extremis' y con una auto exigencia
extraordinaria con su labor al volante, 'Monseuir Dakar' siempre responde que
no hay una receta para ganar el Dakar, aunque a partir de hoy 12 trofeos se
exhiben en su vitrina personal en su casa alpina, a diez kilómetros de Ginebra. En este último triunfo mantuvo su habitual serenidad
primero para un trabajo exitoso en equipo para terminar la primera semana con
un podio completo de Peugeot y luego para transformarse en la carta
ganadora luego de los contratiempos de Sebastien
Loeb y el abandono de Carlos Sainz.

Leyenda, mito e ídolo era la descripción del diccionario dakariano en la entrada de
Stephane Peterhansel que, a partir de ahora suma su duodécima corona. Pero esta
vez se trata de una muy especial para el público francés porque se trata de la primera de Peugeot con un piloto local, luego del
triplete del finlandés Ari Vatanen (1987,
1989 y 1990) y de su compatriota Juha Kankkunen (1988).
¿Quién otro sería que 'Monsieur' Dakar?
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