Ya
en 1974 las distracciones al volante eran un problema. Causaban numerosos
accidentes con víctimas y costes en daños materiales; y eso que en 1974 los móviles no existían. Pero entonces,
igual que hoy, los conductores sufrían a menudo distracciones causadas por el
entorno, por los accesorios del vehículo y por otros pasajeros. Y también igual
que hoy el conductor debía dedicar una parte de su atención a numerosas señales
visuales, luminosas y acústicas; a los peatones y otros vehículos y
conductores.
Como parte de una investigación sobre las distracciones de
los conductores el psicólogo John Voevodsky desarrolló la tercera luz de freno.
Un elemento que formaba parte de su experimento para comprobar si todavía era
posible llamar la atención de los conductores cuando el vehículo que les
precedía frenaba.
Aquel experimento se llevó a
cabo ese año en San Francisco. Tal y como cuentan en Third Brake Light Is No Third Wheel,
Voevodsky instaló una tercera luz de freno en la base del parabrisas trasero de
343 taxis y añadió a su estudio otros 160 taxis sin tercera luz de freno, como
grupo de control. A lo largo del experimento a cada taxista le podía tocar un
taxi con o sin tercera luz de freno de forma aleatoria, de modo que el conductor
influyera lo menos posible en los resultados.
El experimento duró 10 meses,
tras los cuales según los datos de Voevodsky aquellos taxis equipados con una
tercera luz de freno habían sufrido un 60 por ciento menos de alcances por
detrás que aquellos que circulaban sin esa tercera luz de freno, los del grupo
de control. Además los conductores alcanzados había sufrido menos lesiones y
también los daños y los costes de las reparaciones se habían reducido en tanto
los alcances a los taxis con la tercera luz de frenos habían sido menos graves.
De modo que la tercera luz de
freno resultó ser efectiva como elemento para llamar la atención de los demás
conductores. En unos casos directamente evitaba que se produjera un alcance y
otros casos proporcionaba más tiempo de reacción, de modo que el alcance se
producía a menor velocidad y tenía menos consecuencias, tanto en daños
personales como en daños materiales.
Tal y como se recoge en Thank A Psychologist For Your Third Brake Light, el experimento reveló que por cada 1,5 millones de kilómetros recorridos la
tercera luz de freno había evitado 5,4 alcances, 1,02 taxistas heridos y 643
dólares en daños. Desde entonces la tercera luz de freno ha evitado unos
200 000 alcances, 60 000 heridos y 600 millones en daños, sólo en EE
UU. En EE UU la tercera luz de freno es obligatoria desde 1986. En España la
tercera luz de freno todavía es un elemento opcional aunque
dada su probada utilidad es común en los coches nuevos.
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