
A ojos neófitos puede chocar que, en un mundo del Automóvil cada vez más digital, con coches que cada día se asemejan más y más a gadgets sobre ruedas, exista cierto descontrol sobre lo que hace realmente el motor de un coche, que funciona de acuerdo con ciertos parámetros que lo enmarcan en una legalidad vigente. Pero sucede que en este mundo, como en cualquier otro, sirve lo de hecha la ley, hecha la trampa. O quizá las trampas, en plural. Este es el clima de desconfianza que reina ahora en el sector, en los medios, y de ahí a las charlas de la gente normal y corriente.

Todos entendemos que un programa no hace lo que quiere, sino lo que alguien decide que debe hacer. En el mundo del Automóvil son muy conscientes de esto. Tanto, que llevan practicando esa filosofía desde mucho antes de la introducción de los firmwares, softwares y otras hierbas que, cada vez más, pueblan los salpicaderos de los modelos que salen al mercado.

Por pura estadística, estas condiciones cubren un buen número de siniestros viales, pero no la mayoría de ellos, ya que si algo caracteriza a las colisiones en el mundo real es la enormidad de situaciones variopintas que se pueden dar. Eso ya nos da un buen agujero de seguridad en el diseño de los coches. Y aquí va otro más: como los de Euro NCAP son los tests de referencia, las marcas que no pueden o quieren destinar recursos a determinados desarrollos acaban estudiando para el examen, poniendo guapos a sus modelos para esa foto en concreto. Y si en el mundo real, tan variopinto, el coche en cuestión colisiona de forma no prevista en esos tests, pues que la suerte lo acompañe. No tanto, pero casi.

Pero la cuestión de fondo no es que las mediciones disten de cuadrar con la realidad. El problema está en que no existe un control público minucioso y férreo sobre lo que hacen los fabricantes, porque los fabricantes son el motor económico de muchos países desarrollados. Y el ejemplo de Volkswagen es un paradigma de esto en Europa. Por eso Alemania corrió el lunes a vocear que investigarían lo sucedido, para evitar que cayera en desgracia la enseña Made in Germany.

De hecho, sin un software protegido por la muy restrictiva ley del copyright DCMA de Estados Unidos, habría sido posible detectar el parche de Volkswagen antes, tal y como explican en Quartz. Todo lo que sea esconder un código bajo siete llaves es complicar la vida al que quiera saber qué está haciendo un software, cuándo, cómo y por qué. Y esto no ha hecho más que empezar. Desviándonos un poco del tema, tenemos que en otros ámbitos dentro del mismo automóvil ya se da por hecho que el copyright protegerá toda la propiedad intelectual del vehículo. Así están las cosas.

Con la ética, claro. Error 404 en el caso de Volkswagen, por más que en la central de Alemania expliquen mil veces que el espíritu de la marca se enmarca en una línea de pensamiento propia del país de la golosina. Sita en la calle de la piruleta, para más señas. No, no sabemos al 100% si esto pasa en otras casas, pero tampoco es plan arengar a la turba. Las primeras derivadas fuera de Volkswagen nos hablan de Francia pidiendo que se investigue a otros fabricantes en Europa, lo cual está muy bien en vistas del éxito, pero también nos hablan de salpicaduras a otros fabricantes que, sin comerlo ni beberlo, se han visto metidos en el mismo saco que el Grupo Volkswagen.

No todos los fabricantes han tenido esa necesidad, pero sí que todos ellos han tenido, y tienen, la oportunidad. No es cuestión de seguir viviendo en la inopia, pero tampoco es plan arengar a la turba para que ahora caigan todos los fabricantes de repente. Como si fueran culpables todos de lo de Volkswagen, y como si no fuéramos todos cómplices de un escenario en el que quien no engaña es porque no quiere.
Memes al respecto

Por supuesto, no han sido sólo memes lo que nos ha dejado la gente de internet. Alguien por ahí también ha sacado a flote el celebérrimo corte de El hundimiento en el que a Hitler le da un chungo cuando se da cuenta de que va a recibir más palos que una estera y da pie a una de las escenas más parodiadas con subtítulos de los últimos tiempos. Esta vez, como no podía ser de otra manera, se reproduce de forma brillante la reacción que podría haber tenido un hipotético Martin Winterkorn transformado en Adolf Hitlerkorn antes de acabar siendo Martin Winter[K.O.]rn.

Esta semana los vídeos de Greenpeace sobre lo malos que son los tipos de Volkswagen han vuelto a la vida, y como sucede a veces con las segundas oportunidades que brinda internet, se han hecho virales: han pasado de mano en mano y de móvil en móvil a la velocidad del rayo. Seguramente hay más contribuciones desinteresadas por ahí. Internet no descansa nunca. Y cuando hay munición para acribillar a los demás, menos todavía. This is the nature of the beast.
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