Admitámoslo: el día que alguien tuvo la feliz idea de resucitar el espíritu de los coches de gángsters en la piel de un Chrysler bajo el nombre de Chrysler PT Cruiser, hubo cierta tensión en torno a la línea de aquel monovolumen compacto. De todas formas, el concepto estaba claro: Personal Transport, una manera muy personal de concebir el transporte de personas.
La cosa cobra tintes de tragicomedia cuando encontramos en Rusia la versión limusina de este coche, que se convierte en artefacto rodante apto para bodas, bautizos y comuniones, siempre que nos caiga mal la novia, odiemos al bebé con toda nuestra alma o pensemos que el niño o la niña en cuestión se merece una buena hostia, pero no de las sagradas, sino en toda la cara. Hay veces que es mejor no modificar lo que ya es malo de por si.
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