
La cosa cobra tintes de tragicomedia cuando encontramos en Rusia la versión limusina de este coche, que se convierte en artefacto rodante apto para bodas, bautizos y comuniones, siempre que nos caiga mal la novia, odiemos al bebé con toda nuestra alma o pensemos que el niño o la niña en cuestión se merece una buena hostia, pero no de las sagradas, sino en toda la cara. Hay veces que es mejor no modificar lo que ya es malo de por si.
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