La movilidad por carretera es una de las formas de desplazamiento más multitudinarias. Si bien los vuelos anuales en la península no son despreciables, y los desplazamientos en transportes como el autocar o el tren también tienen su público, los desplazamientos en coche son los que centran la atención de autoridades, periodistas y público en general. Este verano se ha marcado un nuevo hito a la baja en el número de fallecidos en accidentes en carretera.
El descenso en los fallecidos en carretera es del 4%, pero en números hablamos de diez fallecidos menos en el período veraniego. Los números siguen siendo altos: 223 personas fallecidas es una cifra que siempre querremos reducir, hasta llegar al cero utópico. La tendencia en España desde hace 25 años nos da la razón al pensar que sí se pueden reducir aún más los fallecidos: en 1989 fueron 1.378 personas, y 25 años más tarde es el 16% de esa cifra, es decir, 6 veces menos. Hay esperanza.
Factores que influyen en la reducción de víctimas en carretera
Hay que tener en cuenta que, dentro de lo que consideramos verano se realizaron nada menos que 78,5 millones de desplazamientos de largo recorrido por nuestras carreteras. Esto significa una media de 1.265.000 desplazamientos diarios, lo cual no es nada desdeñable, y más aun sabiendo que hubo días con mayor concentración de movimientos diarios, sobre todo los días de operación salida o retorno.
Con las cifras en la mano, no podemos decir que sea cuestión estadística la reducción de fallecidos: se registraron un 3,27% más de desplazamientos que en el verano de 2013. Las razones de la reducción de víctimas son muy difíciles de encontrar porque involucran tres factores fundamentales: conductores, infraestructura y vehículos.
No me olvido de las instituciones, pero no hablamos del papel de la prevención, que es muy importante, sino que estamos hablando de los actores en juego en plena colisión o accidente: una vez que ocurre. La prevención está muy claro que juega el importante papel de concienciar a los conductores sobre los peligros del alcohol al volante, las conductas peligrosas, la velocidad excesiva. Pero el impacto en la reducción de víctimas es difícilmente demostrable, y mucho menos, medible.
En cambio, entre conductores, vehículos e infraestructuras se tienen todas las respuestas. Las infraestructuras, sin embargo, puntúan a la baja porque el mantenimiento de las mismas se redujo. Esto es innegable, y lo sabemos los que vemos cómo se deterioran tramos de carretera en cuestión de meses. El factor campo influye mucho en la siniestralidad vial.
Los conductores, hoy, están mucho mejor preparados, aunque nos parezca que no, que hace 30 años. Todos sabemos más acerca de los peligros del alcohol y las drogas al volante; sabemos más acerca de la velocidad, de la importancia del cinturón de seguridad, y absorbemos, aunque sea de forma indirecta, todas las campañas de seguridad que se emiten.
Sin embargo, mi posición es que son los vehículos y sus sistemas de seguridad activa y pasiva los que son capaces de inclinar la balanza al lado contrario de lo que lo hacen los conductores y las vías: desde los neumáticos, pasando por los cinturones con pretensor, los airbags, los sistemas de asistencia como ESP, ABS y demás, ellos son los verdaderos protagonistas del descenso de la siniestralidad.
En el momento en que nuestro parque automóvil sea joven, cuando desechemos los perjudiciales coches mayores de 10 años de nuestras carreteras, en cuanto haya verdadera conciencia de que las furgonetas y vehículos industriales deben mantener un más estricto control, todavía, sobre el mantenimiento de sus diferentes sistemas; en cuanto el mantenimiento de las carreteras vuelva a ser algo eficaz y, sobre todo, bien hecho, entonces sí que notaremos cómo las cifras bajan de forma espectacular.
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