Cuando hace poco hablamos del Citroën GS, el clásico de los clásicos que cumplía 45 años, comentamos una característica presente en este coche que escapaba a lo habitual de la época: cuatro frenos de disco. En 1970, la práctica mayoría de los coches montaban sistemas de frenos de tambor, pero en Citroën ya contaban con amplia experiencia desde que se instalaron en el mítico Citroën DS, en 1955. ¿Qué diferencia hay entre los discos y los tambores?
Por lo general, los discos de freno se utilizaban en aquélla época para los coches de competición, dadas sus necesidades en cuanto a potencia de frenada. Para los coches de calle era menos necesario aunque no dejaban de ser un avance en cuanto a seguridad vial. No entendamos con esto que los frenos de tambor funcionasen mal o fuesen peligrosos: no lo eran, siempre que tuviésemos precaución en situaciones especiales, como por ejemplo bajando un puerto de montaña con fuerte desnivel.
La diferencia básica entre los frenos de tambor y los de disco está en el mecanismo de funcionamiento y, por extensión, en la potencia de frenado que se envía a las cuatro ruedas, además de la mayor sensibilidad que permite dosificar la frenada, haciendo más confortable la conducción .En un freno de disco, la acción de pisar el pedal correspondiente mueve una pinza de freno gracias a un pistón, y las pastillas de freno hacen fricción contra las caras exteriores de un disco de metal, ventilado, que frenará la rueda.
Con frenos de disco se consigue también reducir el tiempo de respuesta entre la reacción del conductor ante una necesaria deceleración y la propia acción frenante del sistema de frenos, al ser necesarias menos holguras entre las piezas del sistema por contar con mejor refrigeración. Se reducen también las vibraciones resentidas en el volante y el pedal de freno . En el freno de tambor, la idea es similar, pero la ejecución es diferente. Como vemos en el diagrama, un tambor circular contiene una serie de mecanismos destinados a que las zapatas presionen contra el metal del propio tambor. En el dibujo, las zapatas presionarían contra la parte derecha e izquierda del tambor.
Esto se consigue a partir de la presión que ejercen dos pistones sobre ellas, que a su vez son accionados cuando pisamos el pedal de freno. Los frenos de tambor son baratos y relativamente fáciles de mantener, pero cuentan con desventajas como la escasa ventilación y la posibilidad de sufrir fading, fatiga cuando se les somete a mucho trabajo.
En cambio, los frenos de disco son más simples en su construcción, proporcionan frenadas más enérgicas y no sufren de fading. Simplificando mucho, los frenos de disco se basan en una pinza que presiona sobre un disco de metal, que está conectado a las ruedas y detiene el coche. Al estar al aire, la refrigeración es mucho mejor, y la energía calorífica que se obtiene con la fricción de las zapatas sobre el disco se libera fácilmente.
De esta forma, no existe deformación del disco en el proceso de frenado. La buena ventilación de los discos contribuye a la mayor potencia de frenado, y la mayor o menor superficie de contacto entre zapatas y discos indica de manera visual la potencia de frenado disponible: discos más grandes implica frenadas más potentes. En coches de muy alta gama se pueden ver los discos ultraventilados, es decir, con agujeros, que permiten frenadas todavía más potentes.
También habréis oído hablar de los diferentes materiales: metales como el acero; cerámicos; de fibra de carbono. Dependiendo del material variará la temperatura máxima alcanzable sin averías, y también la temperatura óptima de funcionamiento. Un disco de carbono en un turismo, simplemente no funcionaría bien porque no alcanzaría nunca la temperatura óptima de funcionamiento. Hoy en día, la práctica mayoría de turismos nuevos incorporan discos de freno porque ofrecen mayor seguridad al conductor, y su mantenimiento es bastante simple. Sin embargo, todavía podemos ver frenos de tambor.
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