
Hay mucho que escribir sobre eso, pero vamos a centrarnos en esas costumbres, manías o vicios que tenemos y que muchas veces desconocemos que le hacen mucho daño a nuestro coche. Porque no sé si sabías que un gesto tan común y aparentemente inofensivo como dejar la mano apoyada en la palanca del cambio es dañino para tu vehículo.
Las manos mejor en el volante

No es un daño que provoque una avería a corto plazo, pero sí con el paso de los kilómetros. Se trata de una avería muy cara, para su reparación es necesario sacar el cambio y abrirlo para poder cambiar los sincronizados dañados, que generalmente serán los de quinta o sexta, la velocidad más larga que es la que más tiempo llevamos engranada en carretera y la que más sufre esos apoyos innecesarios de nuestra mano derecha.
Deja el pie tranquilo en su reposapié

Se trata de un rodamiento que empujamos al pisar el pedal del embrague, bien a través de un cable o bien mediante un circuito hidráulico para reducir el esfuerzo que debemos ejercer. En cualquier caso ese rodamiento lo que hace es empujar el plato de presión del embrague para separar el disco y liberarlo, es decir, para desembragar y desconectar el motor de la caja de cambios. Si el coche es moderno el collarín no sufre tanto porque en muchos casos tiene una especie margen de seguridad para no hacer actuar el rodamiento hasta que el recorrido del pedal es mayor. Pero en cualquier caso no se debe llevar el pie sobre el pedal de embrague porque la avería es costosa, por norma general es necesario sacar la caja de cambios para la sustitución del collarín o cualquier otra parte del embrague.
Aprovecha los semáforos para descansar

En los dos siguientes casos estaremos sumando además un maltrato al disco del embrague, ya que le obligaremos a friccionar constantemente o a tirones durante la duración del semáforo. Con esta manía aceleramos mucho la fecha del cambio de embrague, un mantenimiento que depende mucho del estilo de conducción y que, afortunadamente, puede realizarse pasados los 100.000 kilómetros. Y digo afortunadamente porque se trata de una reparación que no es precisamente barata.
El punto muerto mortal

Ahí el cambio se supone que está diseñado para hacer ese paso en parado, no moviéndose a 100 km/h. El paso de parado a adecuar el giro a la velocidad a la que nos estamos desplazando resulta traumático para un cambio que piensa solo y que no está preparado para ello. Por eso al realizar esta maniobra se produce un tirón y estrés para diferentes partes del cambio que pueden acabar cediendo y generando una avería. Si la reparación de un cambio manual hoy en día no suele realizarse porque sale más rentable poner otro cambio dado el elevado coste de las piezas y la mano de obra, imagina la factura que se puede preparar si hay que abrir una caja de cambios automática.
Calienta calienta, pero hazlo bien

Piensa que la caja de cambios no ha calentado durante ese previo que has realizado, tampoco los frenos, ni los neumáticos, ni la suspensión y tampoco los amortiguadores o la dirección. Por eso es mucho mejor salir despacito y rodar suavemente y sin brusquedades durante unos minutos, así toda la mecánica y parte rodante del coche coge temperatura al tiempo y no forzamos ninguno de sus elementos antes de llegar a su temperatura de trabajo. Las posibles averías son muy variadas si no calentamos correctamente, desde hacer funcionar el cambio con su aceite frío, hasta forzar el embrague, las pastillas de freno o incluso reventar un amortiguador por tener el aceite helado y pasar deprisa por un bache muy pronunciado.
Cuidado con el ahorro
Seguro que estás cansado de leer artículos y consejos para realizar una conducción más eficiente, ecológica y ahorradora, donde la base en teoría debería radicar en la antelación y en evitar brusquedades, pero que suelen acabar centrándose en la ley de una marcha cada diez kilómetros hora. Se supone que en cuanto empiezas a mover el coche debes engranar segunda, a 30 tercera, a 40 cuarta y así sucesivamente. Todo muy lógico aparentemente, pero si seguimos a rajatabla esta norma podemos encontrarnos circulando en sexta casi al régimen de ralentí si nuestro coche tiene unos desarrollos largos. Parece poco sano. Si siempre llevamos el motor trabajando a regímenes bajos consumiremos menos combustible, pero estaremos haciendo un flaco favor a nuestra mecánica.
Si conducimos en el llamado modo taxista no permitiremos que los gases de escape lleguen a la temperatura de trabajo óptima, lo que no dejará trabajar correctamente al filtro de partículas o la válvula EGR. También tendrás problemas de acumulación de carbonilla y el motor perderá reprís. Es más, si eres de los que apura y apura las marchas largas hasta el punto de generar vibraciones en determinados momentos, que sepas que puedes llegar a estropear las transmisiones por esos traqueteos a los que las estás sometiendo. No se trata de correr, pero sí de hacer trabajar al motor a un régimen lógico que le permita quemar la mezcla correctamente, desahogar y deshacerse de los residuos que genera.
Calma y técnica ante los guardias tumbados

Aquí encontramos varias conductas que hacen mucho daño a nuestro coche, la primera y más llamativa es la de pasar por estos reductores sin hacer caso a la función para la que se instalaron, es decir, sin reducir la velocidad o, dicho más coloquialmente pasar a toda leche. Mal, no es bueno por ningún lado que lo mires, no es bueno para la seguridad, para tus puntos del carné ni para tu vehículo, así que mejor no lo hagas. En el coche encontramos varios puntos que sufren con estos baches artificiales, los neumáticos son los que primero se llevan el golpe y, aunque no lo parece, lo sufren y envejecen antes. La suspensión y la amortiguación también se están forzando, no es normal que rompan de repente, pero reducen su vida útil de forma acelerada.

Pasar los resaltos de lado es una solución si son bruscos para que el golpe no llegue directo y a la vez a las dos ruedas, si lo afrontamos en diagonal reducimos el impacto. Eso sí, no siempre ataques primero con la misma rueda y ve compensando. Y por supuesto nunca entres frenando en uno de estos resaltos, si ves que vas pasado frena todo lo que puedas antes de llegar a él, pero levanta el pie del freno antes de que las ruedas contacten porque lo único que conseguirás será multiplicar el efecto dañino de tu exceso y además tendrás la posibilidad de golpear los bajos, lo que puede acabar muy, muy mal, desde una rotura de alguna parte móvil hasta agujerear el cárter, perder el aceite y acabar para siempre con el motor de tu querido coche.
No fuerces los giros

En coches sin dirección asistida no se solía maniobrar así para evitarnos esfuerzo y poder girar con más facilidad. Lo normal era girar sin frenar y preferiblemente con las ruedas en movimiento. Pues ahora también deberíamos hacerlo así para reducir el esfuerzo de la dirección y sus diferentes partes móviles. Si por comodidad prefieres girar en parado, al menos no lo hagas pisando el freno, así las ruedas girarán con mayor facilidad y reducirás los esfuerzos. Y no llegues al tope de dirección si no quieres que un día se oiga un ruido y salga un chorro de aceite rojo por uno de los lados al haberte cargado la dirección asistida.
La reserva no está para gastarla

Con esta actitud podrás ahorrarte no sólo una avería y un buen puñado de euros, también te ahorrarás quedarte más colgado que una paraguaya. En teoría el depósito de combustible de tu coche está limpio como la patena, igual que el de las gasolineras en las que repostas y las cisternas de los camiones que las suministran. Por tanto el combustible que tu motor quema debería estar tan bonito como el que sale en los anuncios de las grandes petroleras, tanto que hasta te dan ganas de prepararte un cóctel de 98 octanos. Pero la realidad es muy distinta y por eso se utilizan filtros de combustible.

Y para terminar no he querido incluir un décimo punto porque me parece demasiado repetitivo, pero es la falta de cuidado que generalmente sufren los neumáticos. Se ha escrito por activa y por pasiva, así que sólo voy a enumerar y a pasar por encima estos cuidados mínimos e importantísimos que muchos olvidan por completo: revisar la presión al menos una vez al mes, no restregar los neumáticos con los bordillos al aparcar, no golpearlos contra los bordillos con fuerza y no aparcar con una o varias ruedas medio subidas al bordillo.
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