No es nuevo, sabemos que cada uno tiene sus manías o vicios al conducir, vicios que son más o menos graves y más o menos peligrosos para la seguridad y también para la integridad del vehículo. Seguro que has visto a más de un conductor circular cogiendo el volante por su parte inferior o con el asiento tumbado como si estuviese echando una siesta.
Hay mucho que escribir sobre eso, pero vamos a centrarnos en esas costumbres, manías o vicios que tenemos y que muchas veces desconocemos que le hacen mucho daño a nuestro coche. Porque no sé si sabías que un gesto tan común y aparentemente inofensivo como dejar la mano apoyada en la palanca del cambio es dañino para tu vehículo.
Las manos mejor en el volante
Cuando dejamos la mano apoyada sobre la palanca de un cambio manual estamos forzando los sincronizados del cambio y, a la larga, acabaremos reduciendo su vida útil. ¿De qué estamos hablando? Son esas fabulosas piececitas que nos permiten realizar los cambios de marcha sin necesidad de igualar la velocidad de giro del motor con la del cambio, es decir, nos ahorran hacer doble embrague. Podríamos decir que son pequeños embragues individuales para cada una de las velocidades de la caja de cambios. Dependiendo de cómo sean los mandos del cambio podemos apreciar en mayor o menor medida vibraciones y sonido en la caja del cambio cuando apoyamos la mano sobre la palanca.
No es un daño que provoque una avería a corto plazo, pero sí con el paso de los kilómetros. Se trata de una avería muy cara, para su reparación es necesario sacar el cambio y abrirlo para poder cambiar los sincronizados dañados, que generalmente serán los de quinta o sexta, la velocidad más larga que es la que más tiempo llevamos engranada en carretera y la que más sufre esos apoyos innecesarios de nuestra mano derecha.
Deja el pie tranquilo en su reposapié
Otra costumbre muy común es dejar el pie apoyado en el pedal del embrague mientras vamos circulando. Lo normal es por inseguridad, por miedo a que en un momento dado necesitemos pisar el embrague para que no se cale el motor. Eso hace que alarguemos el tiempo que mantenemos el pie apoyado en el pedal del embrague y al final ahí se olvida y se queda mucho tiempo encima, sobre todo en ciudad. ¿Y qué problema nos genera este vicio? Pues un par de ellos, uno mecánico y otro en nuestro físico, porque esa tensión de mantener el pie y la pierna en tensión y semiflexión no es nada buena. En cuanto al problema mecánico depende de la edad de nuestro coche, en los antiguos el collarín del embrague sufría mucho, pero ¿qué es eso del collarín?
Se trata de un rodamiento que empujamos al pisar el pedal del embrague, bien a través de un cable o bien mediante un circuito hidráulico para reducir el esfuerzo que debemos ejercer. En cualquier caso ese rodamiento lo que hace es empujar el plato de presión del embrague para separar el disco y liberarlo, es decir, para desembragar y desconectar el motor de la caja de cambios. Si el coche es moderno el collarín no sufre tanto porque en muchos casos tiene una especie margen de seguridad para no hacer actuar el rodamiento hasta que el recorrido del pedal es mayor. Pero en cualquier caso no se debe llevar el pie sobre el pedal de embrague porque la avería es costosa, por norma general es necesario sacar la caja de cambios para la sustitución del collarín o cualquier otra parte del embrague.
Aprovecha los semáforos para descansar
Todavía peor es el vicio de estar en un semáforo con el embrague pisado y no te quiero ni contar si encima estás sujetando el coche con el embrague en lugar del freno o dando tironcitos de impaciencia a golpe de embrague. En el primero de los casos estamos haciendo trabajar innecesariamente todo el sistema de embrague excepto el disco, que lo tendremos girando libremente aunque sin ninguna ventaja para él.
En los dos siguientes casos estaremos sumando además un maltrato al disco del embrague, ya que le obligaremos a friccionar constantemente o a tirones durante la duración del semáforo. Con esta manía aceleramos mucho la fecha del cambio de embrague, un mantenimiento que depende mucho del estilo de conducción y que, afortunadamente, puede realizarse pasados los 100.000 kilómetros. Y digo afortunadamente porque se trata de una reparación que no es precisamente barata.
El punto muerto mortal
Se ha dicho, se ha repetido y se ha vuelto a decir: no hay que poner el punto muerto en las bajadas para ahorrar combustible. Por desgracia hay conductores que lo siguen haciendo y no son conscientes del peligro que significa descender con el coche suelto. Y lo peor es que no puedes decir aquello de allá ellos, porque no van solos por la carretera y otros pueden pagar su imprudencia. En este artículo hablamos de seguridad mecánica, no seguridad vial, y resulta que esa peligrosa maniobra también pone en peligro la mecánica de tu coche si tiene cambio automático. Seleccionar la N o Neutral en un cambio automático cuando estamos circulando no genera ningún tipo de avería, el problema viene cuando volvemos a seleccionar la D.
Ahí el cambio se supone que está diseñado para hacer ese paso en parado, no moviéndose a 100 km/h. El paso de parado a adecuar el giro a la velocidad a la que nos estamos desplazando resulta traumático para un cambio que piensa solo y que no está preparado para ello. Por eso al realizar esta maniobra se produce un tirón y estrés para diferentes partes del cambio que pueden acabar cediendo y generando una avería. Si la reparación de un cambio manual hoy en día no suele realizarse porque sale más rentable poner otro cambio dado el elevado coste de las piezas y la mano de obra, imagina la factura que se puede preparar si hay que abrir una caja de cambios automática.
Calienta calienta, pero hazlo bien
Aquello de arrancar el coche y dejarle cinco minutos a ralentí para que coja temperatura es algo del siglo pasado. No es malo para el vehículo, pero sí lo puede ser para tu salud por los gases que se emiten si lo haces dentro de un garaje, como por desgracia vemos y padecemos muchas veces a diario. Está bien calentar la mecánica, pero no olvidemos que la mecánica del vehículo no se compone sólo del motor. Con esta maniobra lo único que hacemos es dejar que el propulsor coja temperatura, así que de nada vale estar cinco minutos intoxicando a tus vecinos si luego sales a ras.
Piensa que la caja de cambios no ha calentado durante ese previo que has realizado, tampoco los frenos, ni los neumáticos, ni la suspensión y tampoco los amortiguadores o la dirección. Por eso es mucho mejor salir despacito y rodar suavemente y sin brusquedades durante unos minutos, así toda la mecánica y parte rodante del coche coge temperatura al tiempo y no forzamos ninguno de sus elementos antes de llegar a su temperatura de trabajo. Las posibles averías son muy variadas si no calentamos correctamente, desde hacer funcionar el cambio con su aceite frío, hasta forzar el embrague, las pastillas de freno o incluso reventar un amortiguador por tener el aceite helado y pasar deprisa por un bache muy pronunciado.
Cuidado con el ahorro
Seguro que estás cansado de leer artículos y consejos para realizar una conducción más eficiente, ecológica y ahorradora, donde la base en teoría debería radicar en la antelación y en evitar brusquedades, pero que suelen acabar centrándose en la ley de una marcha cada diez kilómetros hora. Se supone que en cuanto empiezas a mover el coche debes engranar segunda, a 30 tercera, a 40 cuarta y así sucesivamente. Todo muy lógico aparentemente, pero si seguimos a rajatabla esta norma podemos encontrarnos circulando en sexta casi al régimen de ralentí si nuestro coche tiene unos desarrollos largos. Parece poco sano. Si siempre llevamos el motor trabajando a regímenes bajos consumiremos menos combustible, pero estaremos haciendo un flaco favor a nuestra mecánica.
Si conducimos en el llamado modo taxista no permitiremos que los gases de escape lleguen a la temperatura de trabajo óptima, lo que no dejará trabajar correctamente al filtro de partículas o la válvula EGR. También tendrás problemas de acumulación de carbonilla y el motor perderá reprís. Es más, si eres de los que apura y apura las marchas largas hasta el punto de generar vibraciones en determinados momentos, que sepas que puedes llegar a estropear las transmisiones por esos traqueteos a los que las estás sometiendo. No se trata de correr, pero sí de hacer trabajar al motor a un régimen lógico que le permita quemar la mezcla correctamente, desahogar y deshacerse de los residuos que genera.
Calma y técnica ante los guardias tumbados
No podíamos dejar de comentar lo dañinos que pueden resultar los reductores de velocidad, resaltos, badenes, guardias tumbados o como los quieras llamar. Su función es la de obligarnos a reducir la velocidad, pero la tendencia es intentar pasarlos lo más rápido posible para frenar lo mínimo. Los hay diseñados para hacer daño, seguro que has sufrido en tus carnes alguno que otro de esos que, más que un resalto, parece un escalón. Sean como sean lo lógico es sobrepasarlos a la velocidad correcta, ya sea la legal o, en algunos casos todavía más despacio, concretamente la que permita la integridad de nuestro vehículo.
Aquí encontramos varias conductas que hacen mucho daño a nuestro coche, la primera y más llamativa es la de pasar por estos reductores sin hacer caso a la función para la que se instalaron, es decir, sin reducir la velocidad o, dicho más coloquialmente pasar a toda leche. Mal, no es bueno por ningún lado que lo mires, no es bueno para la seguridad, para tus puntos del carné ni para tu vehículo, así que mejor no lo hagas. En el coche encontramos varios puntos que sufren con estos baches artificiales, los neumáticos son los que primero se llevan el golpe y, aunque no lo parece, lo sufren y envejecen antes. La suspensión y la amortiguación también se están forzando, no es normal que rompan de repente, pero reducen su vida útil de forma acelerada.
Igual que las articulaciones, los silentblocks y rótulas se llevan un maltrato y luego, con el paso de los kilómetros, el coche vibra y suena como una cafetera por culpa de las holguras. Expliquemos qué es un silentblock por si acaso. Dicho muy sencillamente son piezas de goma y metal que se utilizan como unión entre otras piezas para amortiguar ruidos y vibraciones. ¿Dónde podemos encontrar silentblocks? Pues en los anclajes del motor y en los puntos de anclaje de los brazos de las ruedas por ejemplo, estos son los que más sufren tus excesos en los resaltos.
Pasar los resaltos de lado es una solución si son bruscos para que el golpe no llegue directo y a la vez a las dos ruedas, si lo afrontamos en diagonal reducimos el impacto. Eso sí, no siempre ataques primero con la misma rueda y ve compensando. Y por supuesto nunca entres frenando en uno de estos resaltos, si ves que vas pasado frena todo lo que puedas antes de llegar a él, pero levanta el pie del freno antes de que las ruedas contacten porque lo único que conseguirás será multiplicar el efecto dañino de tu exceso y además tendrás la posibilidad de golpear los bajos, lo que puede acabar muy, muy mal, desde una rotura de alguna parte móvil hasta agujerear el cárter, perder el aceite y acabar para siempre con el motor de tu querido coche.
No fuerces los giros
Hemos hablado de silentblocks y los daños que reciben en los baches, pero en parado también podemos forzar las articulaciones de la dirección y suspensión si no estamos atentos. Hace años era poco frecuente porque los coches no tenían dirección asistida, pero ahora sí que se producen sobreesfuerzos innecesarios. ¿Sabes cómo? Girando la dirección en parado y con el freno pisado. Claro, con dirección asistida puedes hacerlo sin problema y es posible que no hayas conducido nunca un coche sin este sistema.
En coches sin dirección asistida no se solía maniobrar así para evitarnos esfuerzo y poder girar con más facilidad. Lo normal era girar sin frenar y preferiblemente con las ruedas en movimiento. Pues ahora también deberíamos hacerlo así para reducir el esfuerzo de la dirección y sus diferentes partes móviles. Si por comodidad prefieres girar en parado, al menos no lo hagas pisando el freno, así las ruedas girarán con mayor facilidad y reducirás los esfuerzos. Y no llegues al tope de dirección si no quieres que un día se oiga un ruido y salga un chorro de aceite rojo por uno de los lados al haberte cargado la dirección asistida.
La reserva no está para gastarla
La luz amarilla de la reserva nos avisa de que el depósito de combustible está casi vacío y que tenemos un mínimo de unos 50 kilómetros para que se vacíe del todo y nos quedemos tirados. No sé si sabes que si te quedas tirado en mitad de la carretera sin combustible te pueden multar por generar una situación de peligro para ti y para el resto de usuarios de la vía. Es tu responsabilidad y no se trata de una avería. Una avería es lo que puedes provocar si juegas mucho con esa lucecita. Lo mejor es temerla como al lobo y, en cuanto se enciende, iniciar la búsqueda de una gasolinera.
Con esta actitud podrás ahorrarte no sólo una avería y un buen puñado de euros, también te ahorrarás quedarte más colgado que una paraguaya. En teoría el depósito de combustible de tu coche está limpio como la patena, igual que el de las gasolineras en las que repostas y las cisternas de los camiones que las suministran. Por tanto el combustible que tu motor quema debería estar tan bonito como el que sale en los anuncios de las grandes petroleras, tanto que hasta te dan ganas de prepararte un cóctel de 98 octanos. Pero la realidad es muy distinta y por eso se utilizan filtros de combustible.
El depósito tiene suciedad, una suciedad que en parte se encuentra suspendida en el combustible pero que tiende a hacer posos o a quedarse semisuspendida en el fondo del depósito. Por eso si jugamos a apurar la reserva empezaremos a beber de esos posos. Y si esto sucede podemos obturar el o los filtros de combustible, lo que hará que el motor se pare y no vuelva a arrancar aunque llenes el depósito. Pero hay más, esta es la avería barata. La avería cara es que tengas la suerte de que la bomba de combustible llegue a succionar parte de esa suciedad del depósito y decida pararse. Te toca llamar a una grúa para ir al taller y desembolsar dinero sólo por no haber repostado unos kilómetros antes.
Y para terminar no he querido incluir un décimo punto porque me parece demasiado repetitivo, pero es la falta de cuidado que generalmente sufren los neumáticos. Se ha escrito por activa y por pasiva, así que sólo voy a enumerar y a pasar por encima estos cuidados mínimos e importantísimos que muchos olvidan por completo: revisar la presión al menos una vez al mes, no restregar los neumáticos con los bordillos al aparcar, no golpearlos contra los bordillos con fuerza y no aparcar con una o varias ruedas medio subidas al bordillo.
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