
Meses después, en el Salón de Ginebra de 1972, el Maserati Boomerang se presentó con la icónica apariencia de aquel coche de color plata y motor de 310 CV que fue vendido a un hombre de negocios de Benidorm, quien lo tuvo hasta que años más tarde alguien descubrió el valor de tan singular pieza de coleccionista que agonizaba cubierta de polvo, sumida en el abandono.

Diferente suerte corrió el prototipo presentado en Ginebra. Homologado para circular por vías abiertas al tráfico, el único Maserati Boomerang que se conserva montaba el motor V8 4.7 que incorporaba el Maserati Bora, el primer modelo de producción de Maserati que contó con motor central. Desarrollaba 310 CV, se asociaba a una caja manual de cinco relaciones, la transmisión llevaba su par a las ruedas traseras y cuentan las crónicas de la época que era posible alcanzar los 300 km/h con él. Todo un deportivo cuyas dimensiones contenidas lo hacían un delicioso juguete con el que soñar.
Espectacular en sus formas, destacaba el pequeño ángulo de colocación del parabrisas, de menos de 15 grados. Su línea afilada y en forma de cuña te puede recordar al Mercedes-Benz C-111, al Lamborghini Countach, al Lancia Stratos Zero, al Lotus Espirit, al Ferrari BB 512, al BMW M1, al Vector W2 o incluso al De Lorean DMC-12. Luego Guigiaro llevó parte de ese código de lenguaje al primer Volkswagen Golf.
Si futurista era el exterior, estratosférico era el interior. Contaba con un volante sin radios interiores, cuyo aro enmarcaba los mandos principales del vehículo. Aquellos botones y relojes, dispuestos radialmente en una consola de forma circular, causaron furor en la época. De hecho, el Boomerang conquistó a los visitantes de los cuatro salones donde se exhibió.
Del abandono al regreso del hijo pródigo

Aunque en el trabajo realizado el Boomerang cambió partes de su motor original e incluso la tapicería de cuero gris por una de cuero marrón, el trabajo quedó tan bien acabado que en 1990, en el Bagatelle Concours de París, donde Giorgetto Giugiaro era miembro del jurado, el máximo responsable de Italdesign accedió a firmar su obra, casi 20 años más tarde de haberla presentado ante el mundo.

En 2005 el coche volvió a cambiar de propietario, y este se encargó de arreglarle el sistema de suspensión y el aire acondicionado, además de colocarle un nuevo escape y de devolverle los emblemas con las iniciales de Giorgetto Giugiaro, que el Boomerang había perdido en algún momento de su ajetreada vida.
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