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Maserati Boomerang

El Maserati Boomerang quizás fue el coche más atrevido de su momento. Extravagante y pasional, aquella audacia creada por Giorgetto Giugiaro se dio a conocer al mundo a través de un prototipo de color rojo que, basado en el Maserati Bora, se mostró en el Salón de Turín de 1971 sin motor, sólo como show-car.
Meses después, en el Salón de Ginebra de 1972, el Maserati Boomerang se presentó con la icónica apariencia de aquel coche de color plata y motor de 310 CV que fue vendido a un hombre de negocios de Benidorm, quien lo tuvo hasta que años más tarde alguien descubrió el valor de tan singular pieza de coleccionista que agonizaba cubierta de polvo, sumida en el abandono.

Del prototipo que se presentó en Turín poco se sabe. Es posible que no fuera conservado por Maserati y que fuera destruido, sin más. Al fin y al cabo, en aquella época los concept-cars se solían vender a particulares tras haber sido utilizados en los salones, siempre que los coches fueran funcionales. Y el primer Boomerang no lo era.
Diferente suerte corrió el prototipo presentado en Ginebra. Homologado para circular por vías abiertas al tráfico, el único Maserati Boomerang que se conserva montaba el motor V8 4.7 que incorporaba el Maserati Bora, el primer modelo de producción de Maserati que contó con motor central. Desarrollaba 310 CV, se asociaba a una caja manual de cinco relaciones, la transmisión llevaba su par a las ruedas traseras y cuentan las crónicas de la época que era posible alcanzar los 300 km/h con él. Todo un deportivo cuyas dimensiones contenidas lo hacían un delicioso juguete con el que soñar.
Espectacular en sus formas, destacaba el pequeño ángulo de colocación del parabrisas, de menos de 15 grados. Su línea afilada y en forma de cuña te puede recordar al Mercedes-Benz C-111, al Lamborghini Countach, al Lancia Stratos Zero, al Lotus Espirit, al Ferrari BB 512, al BMW M1, al Vector W2 o incluso al De Lorean DMC-12. Luego Guigiaro llevó parte de ese código de lenguaje al primer Volkswagen Golf.
Si futurista era el exterior, estratosférico era el interior. Contaba con un volante sin radios interiores, cuyo aro enmarcaba los mandos principales del vehículo. Aquellos botones y relojes, dispuestos radialmente en una consola de forma circular, causaron furor en la época. De hecho, el Boomerang conquistó a los visitantes de los cuatro salones donde se exhibió.
Del abandono al regreso del hijo pródigo
Una vez terminado su papel como coche de salón, tras el Salón de Barcelona de 1974, el Maserati Boomerang fue adquirido por un hombre de negocios de Benidorm, que lo utilizó hasta que cambio su suerte y el coche acabó abandonado, según dicen, en una parcela de l'Alfàs del Pi. Allí, en un estado deplorable, lo adquirió en 1980 un comprador que se encargó de restaurarlo con la ayuda de su mecánico, antes de venderlo a un coleccionista alemán llamado Bertold Ollmann.
Aunque en el trabajo realizado el Boomerang cambió partes de su motor original e incluso la tapicería de cuero gris por una de cuero marrón, el trabajo quedó tan bien acabado que en 1990, en el Bagatelle Concours de París, donde Giorgetto Giugiaro era miembro del jurado, el máximo responsable de Italdesign accedió a firmar su obra, casi 20 años más tarde de haberla presentado ante el mundo.
No sería la última vez que se restauraría el Maserati Boomerang. En 2002 el one-off cambió de manos, y de 2002 a 2003 se sometió a una profunda renovación que realizó el restaurador británico Paul Grist. Allí se le cambiaron diversos elementos mecánicos y electrónicos, y desde entonces el Boomerang ha sido paseado por una infinidad de eventos, incluyendo una parada obligatoria como es Pebble Beach o acontecimientos como el Salón del Automóvil de París.
En 2005 el coche volvió a cambiar de propietario, y este se encargó de arreglarle el sistema de suspensión y el aire acondicionado, además de colocarle un nuevo escape y de devolverle los emblemas con las iniciales de Giorgetto Giugiaro, que el Boomerang había perdido en algún momento de su ajetreada vida. 

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