En un día de verano, aunque no sea especialmente
caluroso, es relativamente fácil que el aire del interior de un vehículo
alcance temperaturas de cincuenta y hasta sesenta grados, sobre todo si se ha
dejado al sol. Entrar en un coche con esa temperatura en el interior
no sólo es muy incómodo, sino que además resulta peligroso; también significa
que elementos como el volante, los mandos, la palanca de cambios y los asientos
tendrán una temperatura superior a la habitual, lo que dificultará la
conducción.
Incluso aunque el vehículo disponga de aire
acondicionado, en esa situación lo más adecuado es sacar primero el aire
caliente del vehículo. El método habitual es abriendo las puertas o bajando las
ventanillas para hacer que la
temperatura en el interior del vehículo se iguale al menos con la temperatura
exterior, que será más baja.
Pero mientras el vehículo está estacionado,
renovar el aire del interior puede requerir mucho tiempo, especialmente si no
corre el aire. El método más eficaz consiste en bajar la ventanilla de uno de
los lados del vehículo y, a continuación, abrir y cerrar sucesivamente la
puerta del lado opuesto, abriéndola con un movimiento contundente para crear
una diferencia de presión que fuerce la entrada del aire del exterior a través
de la ventanilla abierta y hacia el interior del vehículo, expulsando así el
aire caliente acumulado.
La temperatura en el
interior del vehículo desciende ocho grados en ocho segundos, aproximadamente. Una vez que se
han igualado las temperaturas ya se pueden cerrar las puertas y ventanas y
conectar el aire acondicionado.
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