
Desde que Citroën adquirió
Maserati en 1968, la firma francesa estaba decidida a dar un paso
adelante en pos de afianzar su posición de fabricante líder en vehículos de
lujo tras el arrollador éxito del Citroën DS. Citroën contaba con el
poderío económico, la experiencia y la imagen de marca para consagrar su nueva
etapa premium, y la colaboración con Maserati resultaba obligada para ofrecer
un necesario paso adelante en el apartado de motores.

Bajo el capó se había
instalado un motor
2.7 V6 Maserati con 170 CV que no era más que un rediseño del V8 a
90º de Alfieri que Maserati empleaba por aquellos entonces. Todo el
mundo coincidió tras probar el Citroën SM que se trataba de un coche sin rival,
sin nada a lo que poderse comparar dado su avanzado equipamiento y su singular
concepto. El
Citroën SM se caracterizaba por un confort muy elevado y una estabilidad y
agarre igualmente altos, además de por la capacidad de poder circular a
muy alta velocidad sin merma en su confort.
Su diseño y aerodinámica también
rompieron moldes y ayudaron a sus buenas prestaciones, llevando un paso más
allá la estética estrenada en el Citroën DS y empleando soluciones tan
peculiares como el carenado de faros delanteros y matrícula mediante un
cristal. Gracias a todas estas soluciones, el Citroën SM era capaz de realizar el 0-100
Km/h en 8,5 segundos y alcanzar los 220 Km/h.
La vida comercial del Citroën SM arrancó ese
mismo 1970 con un notable éxito de crítica y pedidos, pero muy
pronto empezaron los problemas con prematuras averías en su motor V6 Maserati y
en el chasis. Los más preocupantes siempre tuvieron que ver con la mecánica, y
es que aquel
V6 era un engendro que jamás debió haber visto la luz. Maserati tan sólo
se limitó a eliminar 2 cilindros, rediseñar el bloque motor e integrar
inyección electrónica en su mejor evolución. El resultado fue un motor que no estaba
equilibrado, de diseño muy complejo y que sufría fácilmente de
sobrecalentamiento llegando a provocar algún que otro incendio.

En 1975 sería cuando el Citroën SM finalizaría su
producción, una decisión que comenzó a gestarse con la crisis del petróleo de
1973 donde cayó la demanda de coches de corte deportivo y gran
consumo de combustible. El Citroën SM se movía fácilmente en torno a los 20
l/100 Km. Con
Citroën ya bajo en control de Peugeot desde 1975, el experimento del Citroën SM
firmó su sentencia dejando huérfana a Citroën de este tipo de proyectos
arriesgados durante muchos años.

Aunque la
falta de fiabilidad del motor V6 Maserati fue la condena del Citroën SM, lo
cierto es que podemos
considerar al SM como uno de los mejores coches jamás creados bajo el sello
Citroën. Se trataba de esa idea revolucionaria que sucede cada mucho
tiempo y que defiende ese concepto de coche adelantado a su tiempo, en este
caso quizás demasiado, pero que trajo evoluciones al mundo del motor que incluso hoy son consideradas solo por marcas premium. Si Citroën hubiese reaccionado a tiempo o Maserati
hubiese hecho mejor su trabajo, quizás el Citroën SM hubiese contado una
historia muy diferente.
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