
Por el momento, ni los abogados de Schmidt ni tampoco los funcionarios del Departamento de Justicia de Estados Unidos o el mismo FBI han comentado de manera oficial los detalles de la detención, que se ha hecho pública por fuentes anónimas cercanas a la investigación. Tampoco ha comentado mucho todavía la firma de Wolfsburg. Jeannine Ginivan, portavoz de Volkswagen, ha explicado que el fabricante continúa cooperando con el Departamento de Justicia, pero que no sería apropiado hacer comentarios sobre investigaciones en curso o discutir asuntos personales.

Y ese cuanto antes, visto por los analistas de Estados Unidos, significa que para Volkswagen el caso debería acabar antes de que Donald Trump llegue a la Casa Blanca el próximo 20 de enero, momento que podría motivar un recrudecimiento de las condiciones que rodean a la firma alemana. Ahora, es de esperar que Oliver Schmidt se declare culpable de los cargos que se le imputan, como lo hizo en su día el veterano ingeniero de Volkswagen.
El papel de Oliver Schmidt en el Dieselgate

También conviene recordar que este software alteraba el comportamiento del vehículo cuando estaba en el banco de trabajo, para arrojar unos resultados de emisiones inferiores a los que daba en circulación. Con todo, las diferencias entre el caso Volkswagen y los otros escándalos recientes de la industria automovilística en Estados Unidos, protagonizados por General Motors y sus bombines defectuosos y por Takata con sus airbags mortales, no sólo tienen que ver con el carácter de los hechos denunciados: en General Motors y en Takata eran cuestiones relativas a la seguridad, y tuvieron consecuencias graves y directas sobre los afectados, mientras que en Volkswagen las consecuencias son indirectas a través de la contaminación no declarada. También tienen que ver con la actitud de los acusados: General Motors y Takata pagaron sus sanciones, pero nunca se reconocieron culpables.
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