Las tendencias del
mercado y el entorno policial han ido atemperando los deseos de alta potencia
en modelos de tamaño medio. Mazda, sin embargo, mantiene sus
pretensiones de salirse de lo trillado y ofrece en su compacto 3 su motor 2.2
turbodiésel de 150 CV.
Un motor de esta cilindrada es inhabitual ya en este
segmento, pero si tienes claro que tu propulsor no tiene lagunas, rinde, es austero, fino de
funcionamiento y no consume más de lo necesario, parece lógico
que se mantenga hasta que una nueva generación, con menor cilindrada y casi el
mismo rendimiento venga a sustituirlo, como ha sido el caso del Honda Civic. Nuestros
tres protagonistas hacen valer, de entre sus muchas virtudes, la agilidad como
pilar fundamental de su oferta.
La primera
constatación es buena, pues los tres modelos nos permiten una circulación
segura, sencilla y rápida sobre cualquier tipo de carretera. Sin embargo, en
firmes ondulados el Mazda 3 sufre de una insuficiente retención de la amortiguación en
extensión. En la
cresta de los rasantes el coche tiene tendencia a aligerar la presión que
ejerce sobre el firme. Vamos, a levantarse.
Esto implica que debemos aumentar
nuestra precaución cuando tras un resalte aparece una curva, pues su capacidad
de giro se reduce. Esta circunstancia se amplifica en la conducción al límite pues convierte al tren trasero en más nervioso que el de
sus rivales, incluso en frenadas fuertes rectilíneas, donde serpentea algo.
En carretera abierta,
el DS 4 no
transmite tan buenas sensaciones como para sentirlo vencedor con holgura. Una
dirección donde la transición entre el rectilíneo y el giro no se traduce con
la progresividad ideal nos hace tener que afinar mucho cuando se circula rápido
de verdad. Sin embargo, en la pista calla bocas. Su aparente elevada
distancia al suelo se olvida al instante.
Con bastante más agarre que sus dos
rivales, a lo que no es ajena la monta de neumáticos, el tren director manda
como ninguno y la progresividad del trasero, pese a ser un simple eje
semirrígido, lo hace una delicia para controlar los cambios de apoyo. La frenada del DS 4 es
otro punto donde deja atrás a sus rivales de forma incontestable,
con una potencia y mordiente superlativas.
Ahora, le toca el
turno al León, partícipe de la plataforma MQB. Este Seat León no pierde sus intrínsecas virtudes y se le permite una
excelente conducta, aunque en este caso particular la entrada
en acción del ESP era la más pronta de los tres y el tren delantero sufría más
de lo esperado con la monta de neumáticos. Pese a esto, se queda cerca del DS 4, aventajando al Mazda.
Mecánica
Tres
modelos, tres motores. Arrancamos con la novedad, el Mazda 3, aunque el motor ya es
conocido. Con dos turbocompresores y más cilindrada, el mérito
se recorta, aunque las virtudes se mantienen intactas. Casi 170 CV y más de siete mkg de par por encima del León, tercer
clasificado en esta competición de rendimiento. Una diferencia tan clara como
para que en Mazda se hayan elegido unos larguísimos desarrollos de transmisión,
tanto como 60 km/h a 1.000 rpm en sexta.
Esto se traduce en que, a velocidades
legales, el motor se mueve entre 1.500 y 2.000 rpm, consiguiendo unos consumos
muy bajos. Y, en cuanto a las prestaciones, tiene suficientes para contentar a
sus usuarios y no permitir a estos dos rivales que se pongan a su altura cuando
se trata de tirar de marchas intermedias y largas. Otra de las cualidades del motor del Mazda 3 es la de estirar de régimen de forma
nada habitual, pues puede girar con fuerza hasta las 5.200 rpm,
con seguridad, gracias al funcionamiento secuencial de los dos turbocompresores.
Es el Seat León quien se acerca más
a las prestaciones del Mazda 3, y eso que su motor es el menos potente y generoso en
el par de los tres. Sin embargo, su ligereza, cifrada en casi un centenar de kilos menos que el Mazda,
hacen que, frente al cronómetro, sea realmente un empate el resultado del combate.
También sus desarrollos se han actualizado sobre las ideas del pasado y tira de
casi 60 km/h en sexta a 1.000 rpm. Por tanto, su consumo mixto es tan bajo como el del Mazda, aunque se
configura de otra manera, siendo más austero en ciudad y algo menos en
carretera.
Su curva de par demuestra que es, quizás, el más dócil de los tres,
con una progresividad extraordinaría en la aceleración, lejos de las antiguas
sensaciones brutales de la sobrealimentación. Eso sí, como casi es norma en el
Grupo Volkswagen, jugar en marchas medias y largas a régimen de ralentí puede
hacer que, con sorpresa, el motor se cale, por más que el coche mantenga una
velocidad de 20 ó 30 km/h, en lugar de que, automáticamente, se produzca un empuje
que nos despierte de nuestro letargo.
El DS 4 muestra que pronto
debería incorporar el nuevo motor BlueHDI de la marca, ya con
sistema de parada automática en detenciones y menor consumo, ya que muestra sensaciones de vejez. Hoy en día, un
litro de más en el consumo medio y, también, menores prestaciones, indican la
necesidad de un cambio.
Habrá, también, que alargar el desarrollo, pero eso
implica un motor con menos punch pero mejor entrega de
par en la banda de 1.000 a 1.500 rpm. No queremos ser profesores de nadie
porque, con seguridad, todo esto está ya en la recámara de PSA para el DS 4 que, también,
debe experimentar una cura de adelgazamiento en el futuro.
Señorío
En el Mazda 3 se percibe la búsqueda de sensaciones que podrían engalanar
a una berlina media. Empaque visual y táctil, sobre todo en la
dirección y la palanca de cambios, se traducen en una satisfacción por parte
del conductor. Buenos asientos y sensación de amplitud generosa en las plazas
delanteras. Detrás, el límite de talla para los pasajeros son los 1,80 metros
de altura para que no nos veamos obligados a encoger las piernas.
Un generoso equipamiento junto con un precio ajustado nos demuestra que
en Mazda se han tomado muy en serio lo de llegar a muchos posibles clientes con
este 3. Por cierto, el nivel sonoro proveniente de los
neumáticos es excesivo cuando el firme no es de primera.
El Seat León ha aquilatado en el
equipamiento para emparejarse en precio con el Mazda, lo
que se nos antoja paradójico. Por dentro, el diseño es de libro, tan racional y
dogmático como sólo un teutón es capaz de ser. Confortable, bien terminado y
con cada cosa en su sitio. Sin embargo, la calidad visual de algunos materiales
no soportan la equiparación con sus rivales puntuales.
Por último, el DS 4 sigue
mostrando que su belleza exterior condicionó muchos parámetros prácticos del
coche: posición de conducción, espacio trasero, ventanillas laterales traseras,
puertas. En conjunto, la mitad delantera es más que aceptable. A partir
del medio, se le pueden hacer reproches a sus diseñadores. Quizás por ello, DS se vuelca en la calidad
visual y en el equipamiento, a la vez que en ofrecer la mejor manejabilidad del segmento. Eso sí, a costa del precio más alto de los tres.
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