China ha sido por varios años sinónimo de contaminación, las imágenes de grandes atascos y nubes grises sobre las ciudades con personas usando mascarillas han dado la vuelta al mundo durante los últimos años. Pues China quiere poner fin a esto y poco a poco lo están consiguiendo. Las autoridades de la ciudad de Shenzhen, China, están confirmando que inician 2018 con uno de los proyectos más ambiciosos que se plantearon durante 2015, cuando decidieron adoptar energías renovables de cara a 2020, y el cual consiste en sustituir todos y cada uno de los autobuses a diésel de transporte público de la ciudad, y sólo usar autobuses eléctricos.
Bajo una nueva ley aprobada en 2017, a partir de 2018 todos los autobuses que presten el servicio de transporte para pasajeros dentro de Shenzhen deberán ser eléctricos, por los que queda prohibido usar autobuses de combustión interna, una ley que ahora buscan llevar a todos los coches. Este medida aplica tanto para los autobuses de servicio público como para aquellos privados. Como el gobierno quiere poner el ejemplo, 16.359 autobuses eléctricos, adquiridos en 2016, serán los responsables de dar el servicio público en la ciudad desde el 1 de enero de 2018.
Es decir, toda la flota de autobuses públicos de la ciudad será eléctrica. Con esto, Shenzhen espera reducir sus emisiones contaminantes en hasta 1,35 millones de toneladas de CO2 al año. Este despliegue también contempla el estreno de 510 nuevas estaciones de carga y mantenimiento, además de 8.000 postes de recarga a lo largo de la ciudad. Los postes serán clave en la operación diaria de los autobuses, ya que servirán para cargar los vehículos a lo largo del día, dando autonomía para sus viajes con sólo enchufarlos dos horas.
Además de los beneficios ambientales, el mantenimiento y uso de estos nuevos autobuses representará un ahorre en los costes de casi el 75% en comparación de los diésel, con lo que están garantizando mantener el precio de los viajes sin aumentos por hasta tres años más. Este proyecto representó un gasto de 490 millones de dólares, los cuales se obtuvieron por parte de los subsidios del gobierno y las empresas responsables del montaje de la infraestructura eléctrica y la fabricación de autobuses. Además, Shenzhen aprovechó para anunciar que iniciarán 2018 con más de la mitad de las fabricas operando con al menos el 80% de energía renovable, siguiendo así con el plan de que en 2020 todas las fabricas usen exclusivamente este tipo de energía.
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