
El último coche en salir de la línea de montaje fue un Holden Commodore SS-V Redline equipado con un V8 de 6.2 litros y 413 CV. El día fue especialmente triste ya que no solamente se dejaban de fabricar coches en el país, sino que lo hacía la única marca australiana de volumen. A partir de ahora, los Holden serán importados. El cierre de la factoría Holden marca el punto final a una industria que debutó en 1925.
Holden, la marca local que ya no fabrica en casa

Tras una larga historia de modelos propios, GM empezó a mezclar plataformas y productos, principalmente Opel y Chevrolet, con el fin de componer la gama Holden. Hoy, tras el cese de fabricación, los Holden actuales proceden de Asia, Norteamérica y Europa. Así, los Opel Astra son los Holden Astra, mientras que el nuevo Opel Insignia será el Holden Commodore. Aunque Opel haya pasado a formar parte del grupo PSA, el grupo francés seguirá proporcionando coches a General Motors, Holden y Buick sobretodo. Holden no fue el único fabricante local. British Leyland, Chrysler, Mitsubishi, Nissan y Volkswagen llegaron a fabricar coches en Australia. Ford y Toyota eran los dos otros grandes grupos que hasta hace poco seguían teniendo factorías en la isla continente.
Sin exportaciones, la industria no podía sobrevivir

Un cambio de divisa desfavorable, la competencia de Asia en términos de costes laborales y la falta de exportaciones más allá de Nueva Zelanda hicieron que las tres marcas aguantaran a base de incentivos. Por ejemplo Toyota, que fabricaba el Camry en Melbourne recibió 35 millones de dólares australianos anuales como ayuda para la fabricación de 10.000 unidades anuales del Toyota Camry Hybrid a partir de 2010. Finalmente, Toyota dejó de fabricar en Australia hace pocas semanas.

Sin embargo, el mayor problema de empleo lo van a tener los trabajadores de las empresas proveedoras. Según explica Scott Batchelor, vicesecretario del sindicato de trabajadores de la automoción, en Bloomberg. Aún así, hay esperanza, ya que para 2020 el gobierno central ha previsto una inversión de 90.000 millones de dólares australianos para los astilleros estatales; un plan de inversión que incluye la construcción de 12 submarinos.
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