
Y de repente llegó Oslo y tuvo la idea más simple y brillante para reducir el tránsito de coches en el interior de sus calles: borrar de un plumazo las plazas de aparcamiento. Al parecer, los gobernantes de la capital noruega habían prestado atención a los datos. En las almendras centrales de las ciudades el volumen de coches buscando aparcamiento en un momento dado puede ascender al 30%, una circunstancia que puede llevar a algunos conductores a circular veinte minutos más de lo requerido.

Se daba la circunstancia así que en Oslo gran parte de los coches acudían al centro sólo buscando aparcamiento, un dislate en términos de movilidad urbana. ¿Solución del Ayuntamiento de Oslo? Coger algunas de las calles más transitadas y decir adiós a los aparcamientos.
Si Mahoma no va a la montaña y viceversa

Quienes viven fuera del centro. Para los comerciantes la circunstancia era un problema porque podía prevenir, según su juicio, a muchos locales asentados en la periferia de acercarse al centro a comprar o a pasar el día con la familia. El rechazo al plan inicial del Ayuntamiento de Oslo provocó que la ciudad tuviera que pensarse dos veces de qué modo iba a implementar un proyecto que, de igual modo, le era vital: se calcula que para 2040 habrá aumentado su población en un 30%.

El resultado ya es visible en muchas calles de la capital noruega e irá a más. Y tiene toda la lógica del mundo: al mantener los aparcamientos en el cinturón urbano que rodea al centro, aquellos que deseen acudir a su tienda o a su restaurante favorito tendrán dos opciones: aparcar más lejos y andar hasta el centro, con toda la pereza que ello conlleva, o cambiar el modo en el que se desplazan, preferiblemente a través de bicicletas, autobuses o trenes urbanos.

Y es una estrategia más inteligente: si la prohibición suena demasiado radical, una alternativa es eliminar los incentivos para perpetuar un comportamiento previo. Teoría económica de libro. No todo son quejas y ya hay asociaciones que han manifestado su satisfacción con la generalizada recuperación de espacio para el peatón. Pese a que cualquier proyecto de peatonalización encuentra grandes y lógicas resistencias, el coche no es especial amigo del comercio. Al contrario, contar con avenidas dedicadas al peatón puede favorecer el comercio e insuflar vida a la actividad económica en el centro. Y en Oslo van encaminados a ello del modo más simple y brillante posible.
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